Esther Fernández Lago
Orientadora del Colegio Madre de Dios de Madrid
Artículo de Opinión en Educaweb
El fenómeno de la neurociencia ha llegado al mundo de la educación para facilitar la labor del profesorado y conectar, de una manera más significativa, con el alumnado y sus procesos de aprendizaje, para unos, y de enseñanza, para otros.
La neurociencia se transforma en neuroeducación en nuestras aulas gracias al estudio del cerebro infantil y adolescente, el cual se considera como entidad propia y no como un mero reflejo del cerebro adulto.
La importancia de la emoción, tal como decía el neurocientífico Francisco Mora, «sólo se aprende aquello que se ama», ha llegado a nuestras aulas en forma de educación emocional, desde las etapas más tempranas. De esta forma en el primer ciclo y, sobre todo, el segundo ciclo, de educación infantil, acompañamos a nuestros alumnos en la identificación y validación de sus emociones y a que aprendan a gestionarlas.
Además, la emoción que acompaña al proceso de aprendizaje provoca un mayor recuerdo del contenido aprendido. Es decir, que cuando se generan experiencias de enseñanza estimulantes, se consiguen con mayor facilidad los objetivos en nuestras aulas, independientemente de la edad del alumnado.
Relacionado con el tema de las emociones se encuentra el cuidado que se pone en los centros y las aulas tras momentos de dispersión: tiempo de recreo, subida de los patios, última hora de la tarde o primera de la mañana… Momentos en los que en algunos colegios se aprovecha para desarrollar un «proyecto de interioridad» que contribuya a que los estudiantes vuelvan a encontrar la calma y el sosiego en las clases y la serenidad para continuar con la jornada lectiva.
«La neurociencia ha llegado al mundo de la educación para facilitar la labor del profesorado y conectar, de una manera más significativa, con el alumnado».
Otros conceptos, como por ejemplo el nivel de atención, sobre todo la atención sostenida, han sido estudiados por la neuropsicología tanto en la etapa infantil como adolescente. Estos conocimientos permiten al profesorado hacerse una idea de cómo de atentos o concentrados estarán los estudiantes y de cuánto tiempo disponen, antes de necesitar un «tiempo fuera» o un cambio de actividad, ya que también se ha comprobado que combinar actividades intelectuales con motoras aumenta el nivel de activación de la atención del alumnado.
Importante también es el concepto de las funciones ejecutivas y lo que ha conllevado en nuestras aulas en cuanto a estrategias de planificación y organización de nuestro alumnado. Nos ha ayudado a organizar medidas de evaluación con nuestros alumnos disléxicos, con trastornos de atención o de dificultades específicas de aprendizaje, en todos nuestros niveles educativos.
Conocer el concepto de las funciones ejecutivas también ha permitido que el profesorado se dé cuenta de la importancia de dividir las tareas en subtareas, organizar apoyos visuales para destacar lo importante de un enunciado, o eliminar estímulos distractores que puedan interrumpir la adquisición de nuevos contenidos, por parte de nuestros alumnos.
Como vemos, la neuroeducación puede influir positivamente en la mejora de todos los niveles educativos. Otro tema aparte son las posibilidades reales de llevar a cabo cambios en nuestras aulas, o qué tanto cree el profesorado que es necesario mejorar su forma de enseñar y cómo pueden acceder a estrategias de enseñanza basadas en la neuroeducación. Normalmente los expertos en estos temas en nuestros centros educativos son los orientadores, quienes se encargan en abrir los ojos sobre ellos al resto de la comunidad educativa.