Hoy quiero celebrar la taza de café que tomé esta mañana. Fue muy sencillo: encendí el fogón, saqué la bolsa de café, puse agua en la cafetera y la cerré. Detrás sonaba una canción cuya letra tiene más significado del que podía entender a las nueve de la mañana y a mi derecha mis perros esperan ansiosos y contentos su comida. Esta semana ya no solo tienen las bolitas de pollo, verduras y mil cosas más, también tienen comida húmeda. Benito no puede contener su alegría y mueve frenéticamente la cola. Marco se lo toma con más calma, pero es el primero en moverse cuando pongo los platos.
Hoy nos hemos levantado contentos porque la tarde anterior había hecho un bizcocho que alegró el estómago de algunos amigos. Estaba orgullosa, a pesar de no haberlo hecho antes, quedó sabroso y no se secó (!!!). A la hora de la comida, mi prima no dejaba de sonreír y de bailar al ritmo de una canción que en su mente no dejaba de repetir. Estaba comiendo un plato que siempre le provocaba y pocas veces comía. Un poco más lejos, a unos cuatrocientos kilómetros, mi amiga disfrutaba de la brisa del mar del norte. Aún más lejos y unas horas después, decenas de personas bailaron al ritmo de las canciones de alguna cantante mientras que en otro lado, otros lloraron por el final trágico de una película.
Hace unos meses (increíble que haya pasado tanto), fui a ver una película que dolió tanto que me hizo feliz. Porque estaba sintiendo, tenía todas estas emociones a flor de piel y me hizo sentir tan viva. En esta pequeña sala, alejada de las gentes que caminaban por el caótico centro de Madrid, muchos nos quedamos durante los créditos. Intentamos saborear y procesar las escenas y sus significados, otros buscaron el significado literal del final, algunos sujetaron la mano de su acompañante.
Es increíble pensar lo mucho que podemos hacer, como pequeños humanos. Nos emocionamos con un gol, lloramos por lo que nos dice otra persona, nos sentimos orgullosos por nuestros logros. Se dice que la felicidad son momentos, y supongo que se refieren a estos momentos en los que consigues lo que te propones. ¿Y el camino detrás? Yo creo que eso también es felicidad. Tengo diecisiete y soy una cría que está en el último mes de su etapa escolar, a menos de tres semanas de acabar todos sus exámenes de segundo de bachillerato. Hace siete meses me fui a dormir llorando porque pensaba que no iba a poder, y aunque hoy intento no hundirme en ese mismo pozo de nervios y dudas, no puedo evitar mirar hacia atrás y decir «Ole, tú». Mirad cuánto habéis avanzado en cinco días, cinco meses o cinco años. ¿Qué le diríais a vuestro yo de quince años?, ¿sonreís al pensar en el tú que se moría de la emoción en la universidad al pensar en todo lo que haríais con treinta, cuarenta o cincuenta años?
Si creemos en algo, sea en nuestra perseverancia, en un dios o en el universo, estoy seguro que encontraremos más sentido a todo. «Todo pasa por una razón». Que se lo digan a María: se casó con José, su hijo terminó siendo un mesías y a lo largo de su vida (complicada, extraña, ajena a lo normal) fue ayudando y cambiando la vida de muchos. Que se lo digan a mis profesores, que no se dan cuenta que las pequeñas bromas que hacen o las charlas motivacionales auspiciadas por su deseo de catarsis, nos están abriendo la mente. Que nos lo digan a nosotros, los próximos graduados del Madre de Dios, que ya podemos sentir la brisa del verano como recompensa después de unos meses muy difíciles.
Hoy quiero celebrar esos abrazos, esas palabras de motivación, esas lunas y estrellas brillantes, esas ganas que nos han traído hasta aquí. Quiero celebrar los ratos de silencio y los de caos. Celebrar los males que nos han hecho crecer y nos han enseñado lecciones que de ninguna otra manera hubiésemos podido aprender. Quiero celebrar a todas las personas que han pasado por nuestras vidas, a las que están por pasar. Hoy quería hacer una oda a todas esas cosas buenas, grandes o minúsculas, que han hecho de nuestra vida especial y única. Porque gracias a ellas yo os puedo escribir estas cosas, alguien puede crear la cura a una rara enfermedad y otra persona puede entender emociones que antes no sabía ver.