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Fomentar autoestima hijos, anatomía del halago

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Todos hemos experimentado en alguna ocasión la apacible sensación que se desencadena cuando alguna persona, y más si es alguien que tenemos de referencia o en alta estima, elogia nuestras acciones o cualidades. Desde pequeños, este proceso es necesario para forjar nuestra autoestima, el autoconcepto y la confianza necesaria para arriesgarnos a probar cosas diferentes, y explorar ese ingente margen de mundo desconocido, apoyándonos en lo que consideramos nuestras capacidades y posibilidades.

De ahí la insistencia desde la infancia de considerar de vital importancia el refuerzo, el feedback continuo, el aliento de los compañeros y el apoyo de la familia, como aspectos cruciales para un armónico desarrollo de los pequeños en todas las facetas de la vida.

Para llegar a sacar interesantes conclusiones, necesariamente tengo que conocerme. Y una importante fuente de información la constituye la comunicación interpersonal que se produce constantemente desde nuestro nacimiento. A través de ese flujo continuo de información, decidimos cuánto estamos dispuestos a mostrar de nosotros (exposición), y qué parte de la retroalimentación recibida por parte de los demás vamos a incorporar a nuestro modo particular de pensar y actuar (feedback).

Joseph Luft y Harry Ingham, crearon en 1975 una teoría para enseñar las consecuencias de lo que ellos definieron como “espacio interpersonal”, a la que llamaron “La ventana de Johari” (Johari es el resultado de juntar las primeras sílabas de sus nombres).
Los autores explican que todos disponemos de ese espacio, y que está formado por cuatro ventanas diferentes, que cambiarán de tamaño dependiendo del uso que hagamos de ellas y de la dinámica de las relaciones personales establecidas. Así, todos tenemos:

-Un área pública, que es aquella en dónde nos mostramos tal cual somos, sin miedo. Se caracteriza por un intercambio libre entre los demás y yo.

-Un área ciega, formada por limitaciones de las que no somos conscientes, pero que las demás personas pueden observar. Si aceptamos la retroalimentación recibida a través de la relación interpersonal, podemos conocer muchos de los contenidos de esta área.
-Un área oculta, que comprende lo que conocemos de nosotros mismos y que no compartimos con nadie, quizá por miedo al rechazo o a que no nos comprendan.
-Un área desconocida, dónde los autores sitúan la parte subconsciente. Una ventana donde se encuentran habilidades y capacidades ocultas y dónde podemos explorar cosas nuevas.

Los creadores de la teoría concluyen que se gasta mucha energía en intentar ocultar a los demás rasgos de nuestra manera de ser para encajar, cuándo podríamos estar utilizando ese mismo combustible para mejorar. Como ellos mismos exponen, “la amenaza tiende a reducir el conocimiento, y la confianza mutua tiende a aumentarlo”. Un entorno hostil impacta directamente en la calidad de la interacción de los protagonistas, repercutiendo en las actividades, los sentimientos y las reacciones posteriores. Por ello, es necesario cuidar este aspecto y generar un clima de confianza desde pequeños, analizando cuáles son aquéllos aspectos dignos de potenciar.

De esta manera, se irá conformando un esquema mental en el que voy desarrollando mi propia idea de valía personal. Ese esquema es el que contribuye con el paso del tiempo a que descubramos nuestros gustos e intereses y que, en base a lo que somos, esbocemos unos pretendidos objetivos.

Manejar estas situaciones requiere de nuestra atención y de un proceso de aprendizaje. Permanecer observador y solícito nos ayudará a utilizar el arte del feedback positivo en beneficio del niño:

–Un ambiente cimentado en el refuerzo y en el apoyo constante, será mucho más sólido y permanecerá más dispuesto a las correcciones, que otro basado exclusivamente en el error y la crítica. De esta forma, será mucho más probable que el niño solicite él mismo la información en lugar de serle impuesta. La retroalimentación es más útil cuando la misma persona que la recibe es la que formula preguntas a los observadores.

  • Por otro lado, no se trata de que las alabanzas se realicen de manera sistemática y sin sentido, pues carecería de toda utilidad. Consiste en proporcionar informaciones realistas que animen al esfuerzo, porque de otra forma el emisor más pronto que tarde carecería de todo crédito. En muchas ocasiones, nuestro afán por alentar a la otra persona nos puede llevar a cometer el error de ensalzar sin base sólida las cualidades del otro, llevándole a la desorientación más que a la seguridad en sus recursos.
  • Si la franqueza es necesaria a la hora de desmenuzar las cualidades positivas, también lo es el hecho de desarrollarlas descriptivamente. No es lo mismo decir “eres un crack”, que “en el entrenamiento de esta semana has tenido un buen control de la pelota y habilidad para pasarla”, o “has estructurado de forma muy adecuada la exposición de hoy, apoyándote en imágenes muy bien escogidas y haciendo un gran uso del lenguaje”. Asumiendo esta actitud positiva, y más narrativa que evaluativa, concedemos a la otra persona la libertad de tomar en consideración nuestro feedback de la manera que crea conveniente, en lugar de adoptar una reacción defensiva como seguramente se produciría a través de, por ejemplo, la utilización de la crítica o la señalización constante del fallo.
  • Hay incluso quien opina que el halago puede llegar a debilitarnos, haciéndonos caer en la comodidad, la petulancia o el engreimiento. Pero para que ello no suceda, tiene que quedar bien clara desde el primer momento cuál es la línea que separa el aprecio y la admiración, del simple y banal peloteo.
  • Mostremos a los chicos que hacer brillar a sus compañeros no deja en evidencia sus propias carencias, para motivar entre ellos la utilización de este feedback postivo. De esta manera evitaremos la aparición de envidia o celos, atajando un progresivo resentimiento hacia los logros ajenos. La clave para neutralizar este efecto es hacer reflexionar a los niños no sólo sobre sus necesidades, sino también sobre las de los demás, para que la información expresada no sea claramente destructiva y tenga en consideración los intereses de los otros.

Utilicemos el generoso mecanismo de la retroalimentación como una manera de ofrecer ayuda, de indicar amablemente a cualquier individuo hasta qué punto sus intenciones se equiparan con sus conductas y en qué cualidades de su propia identidad puede apoyarse para mejorarlas.

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